OBRA DEL ARQUITECTO:
MUSEO ARQUEOLÓGICO, ETNOLÓGICO Y DE BELLAS ARTES
En C/ Arcángel San Gabriel s/n (Parque de Abelardo Sánchez) de Albacete.
El proyecto del museo se inicia en la primavera de 1968. El museo surge con un doble condicionante: el programa y el lugar. Se trataba de crear un museo arqueológico que contuviera una sección de Bellas Artes, una de Etnología y una zona de exposiciones temporales.
El edificio se organiza en dos plantas a las que se accede a través de un pasillo central que articula los espacios. Los distintos lugares de exposición se separan por niveles que se unen entre si visualmente, creando así un espacio unitario, pero compartimentado. Todo el conjunto se une en la planta sótano por un gran local de almacenamiento y talleres.
El emplazamiento excepcional en el parque de Albacete, con una vegetación arraigada de árboles de gran porte, fundamentalmente pinos, dio lugar a una importante preocupación que llegó a convertirse en la obsesión del proyecto. La ubicación, desde el punto de vista de la ciudad, era idónea, puesto que estaba en contacto con la naturaleza y, al mismo tiempo, en pleno centro de la ciudad. Se pretendió que la imagen del parque y el museo se fundieran. El estudio de la ubicación del arbolado y replanteo del edificio obligó a adaptar el proyecto a cada árbol. Surgió así la idea de un edificio que emerge del terreno como los restos de un fósil informe, desgastado por el viento y la lluvia, a punto de ser ocultado por la vegetación y respetando cuidadosamente la existente. Por ello no se utiliza ningún contenido de estilo clásico, ni simetría, ni composición especial en alzado; no existe ninguna referencia a la concepción clásica de un edificio. Sólo una visión fragmentaria de sus partes, en la que el lenguaje y los materiales son la única referencia a la unidad. No obstante, internamente, el museo tiene una clara ley generadora.
Lo que despierta mi interés de esta obra es la intención inicial del arquitecto de no someterse a una idea de proyecto simétrica, en la que coloca el museo en ese punto como podría haberlo colocado en otro cualquiera. Esto demuestra que se adapta a lo que a mi me parece más valioso, a su tiempo y su lugar y que sea capaz de perdurar para siempre.
Los muros envuelven a los árboles o se pliegan ante ellos y la cubierta se rompe para dejarlos pasar. Las esquinas de los muros se suavizan para dejar caer esta vegetación, muros que, a su vez, serán soporte de la que emerge del suelo. Estos muros se pliegan en el terreno eludiendo crear una imagen demasiado totalizante en su recorrido, por lo que se quiebran con hendiduras y huecos que los hacen más amables y humanos. Se trató con planteamientos realistas de soluciones ya probadas en la arquitectura: la luz como protagonista constante, el empleo de pocos materiales según su función concreta, la casi total ausencia de decoración, el muro continuo, etc.
BIBLIOGRAFÍA
- Antonio Escario. Arquitectura – TC cuadernos