Cada vez me doy más cuenta que debemos dejar empaparnos por lo que nos transmite lo que nos rodea. Observar qué está pasando, por qué está pasando, si debería hacernos sentir cómodos o no. Mirar el paisaje, qué estoy oyendo, cuánta luz hay y cómo le sienta al sitio la luz que recibe. El observar un lugar y que en él exista paz ayuda a nuestra mente y le proporciona esta paz, que invita a la reflexión, ya no solo una reflexión externa sobre de lo que nos estamos empapando, sino una reflexión personal, indagar en nuestros pasamientos. Quiero decir, que ese lugar tenga la suficiente capacidad para que haga que consigas abstraerte del mundo, ya sea el campo abierto; la vista de una ciudad por la noche, vacía, sin ruidos y sin luz con la que ser descubierto; la vista que ofrece una fachada simple, minimalista o que mezcla colores cálidos que te hacen sentir acogido.
O tal vez también la sensación hogareña que te transmite un ambiente dentro de un espacio, la disposición de muebles, la altura que tiene, las ventanas, el tipo de suelo, el color de la pared, si el sonido es hueco o no…
Para mí la estancia ideal es aquella que transmite paz, sea cual sea el escenario en el que me encuentre dependiendo de la luz más adecuada en cada situación. Estas son las algunas fotos que hice cuando me sentía así.